Preconcepción, encuentro y compresión

Bloguear es una forma de entender la realidad y hoy quiero entender si podemos comprender algo desde cero o si, cuando comprendemos cosas, lo logramos porque en realidad ya las comprendíamos antes. También quiero concebir las implicaciones de lo anterior al enfrentarnos a la realidades social y política, sobretodo cuando las queremos cambiar.

Me nace esta pregunta porque, hace unos meses, tres amigos sentados en un café tuvimos un momento interesante: planeando una aventura política casi imposible de lograr, nos preguntamos por el significado de aquello que queríamos lograr. ¿Qué significa cambiar las cosas? ¿Qué significa ganar? ¿Qué significa la justicia social?

Ese día yo mencione que probablemente esos significados cambiarían al enfrentarnos a los retos que nos estábamos planteando. ¿Podemos entender algo antes de enfrentarnos a ese algo? ¿El significado de la realidad existe antes de arrojarnos hacia dicha realidad? ¿Podemos definir un concepto sin que su definición cambie cuando nos encontramos frente a ese concepto?

El giro hermenéutico

En la teoría política contemporánea existe la tendencia conocida como “giro hermenéutico” o “teoría política hermenéutica”, que surgió con John Rawls. Esa teoría sostiene que cualquier modelo o concepción de la realidad se construye con estructuras previamente dadas por la misma realidad. Es decir, la misma realidad del presente va modificando la forma cómo entendemos esa misma realidad.

Para comprender mejor lo anterior, intentaré ejemplificar esto con un objeto simple, primero mostrando cómo se atajaría el tema en una visión platónica (trascendentalista) y luego en una visión más propia del giro hermenéutico.

El ejemplo de la silla

Decía Platón que un objeto cambia de significado dependiendo de los intereses que tenga quien percibe al objeto. Es decir, entre el objeto y la persona que lo mira, siempre hay un filtro de intereses de esa persona; filtro que distorsiona al objeto.

Por ejemplo: alguien cansado de tanto caminar, al encontrarse con una silla verá en ella un lugar en donde descansar. Sin embargo, un hipster lleno de energía que va caminando en una exhibición de arte contemporáneo, podría ver una silla colocada al centro de un espacio en blanco como una obra de arte.

Es importante también recordar que para Platón el concepto de “silla ideal” existe en el mundo de las ideas. También existe en ese mundo el concepto de “arte ideal”. Por lo tanto, en el mundo real esos conceptos se proyectan como sombras o reflejos, pero provienen de una fuente de conceptos que no cambia con el tiempo (los trascendentales). Y si bien nuestros intereses modifican nuestra percepción del objeto (de la sombra), el concepto ideal (la idea) de ese objeto nunca cambia y siempre será la misma en el mundo de las ideas.

Ahora bien, los autores que proponen el giro hermenéutico no aceptarían la existencia de trascendentales y mundos de las ideas, sino que ahondarían en el cambio de significado que propone Platón cuando el interés del observador filtra al objeto y dirían que no es solamente nuestro interés el que le da significado al objeto, sino que existen consensos sociales y realidades históricas que rodean al objeto y que nos ayudan a construir su significado.

Para estos autores, el concepto de silla en Grecia no tendría nada que ver con el concepto de silla en la actualidad. Ni tampoco existiría un ideal de la “silla” que fuera ahistórico, es decir, que no cambiara con el tiempo.

Es decir, las personas —en sociedad— vamos definiendo lo que es “una silla ahora”. También lo que es “una obra de arte ahora”. Por lo tanto, regresando a nuestro ejemplo, un hipster debería poder reconocer cuando una silla es para sentarse y cuando es para admirarla como arte —quizá en plena exhibición pedante de la Zona Maco—.

Los autores del giro hermenéutico dirían que la sociedad hipster ha puesto reglas y consensos sociales en movimiento, para entender lo que es una silla y, por lo tanto, el significado de silla no existiría en un mundo ideal sino sería construido minuto a minuto por el acuerdo tácito entre múltiples individualidades.

En cambio, quienes vemos esas exhibiciones de arte contemporáneo como castillos de humo y venta de espejitos para llenar vacíos existenciales, quizá tendríamos más problemas en discernir si una silla es para sentarse o para mirarla como bobo por horas y subirla al instagram para presumir que fuimos a ver “arte”.

Según los autores del giro hermenéutico, esto último sucedería porque quienes no somos hipsters no tenemos criterios preconcebidos que incluyan “sillas artísticas” como algo distinto de una silla idéntica, pero colocada fuera del contexto artístico.

El giro hermenéutico en el ejemplo de la silla nos permite comprender que el “significado” de algo —lo que sea— es relativo al tiempo y circunstancias específicas de la persona que se enfrenta a ese algo, a cierta preconcepción que tiene esa persona sobre el objeto que busca comprender.

Una visión más académica

El ejemplo de la silla que he propuesto podría generar muchos conflictos entre expertos —más de uno diría que el ejemplo es incorrecto—, pues es un ejemplo bobo que está diseñado solamente para destacar que existen preconcepciones que se pueden o no tener, con las que todas las personas entendemos aquello que queremos comprender.

Pero para poder entender correctamente el giro hermenéutico es necesario pasar del ejemplo soso a una perspectiva que permita comprender la propia particularidad histórica y la rica vida moral de las comunidades del presente. Es decir, la cultura y conjunto de tradiciones que rodean al objeto; articulando así los principios que ya se encuentran incorporados en la sociedad o de los cuales se derivan sus prácticas, instituciones y normas de acción de una comunidad.

Es entonces necesario comprender que existe un contexto social alrededor de todas las acciones, prácticas y normas de una sociedad; para que entonces podamos elucidar cuáles son las cosas comprendidas de forma compartida en una cultura, con el objetivo de poder entender el mundo que la rodea. Y claramente, no es una herramienta cognoscitiva diseñada para aproximarse a la silla, sino a temas complejos como los principios de justicia y la ética.

Esta búsqueda de los principios de justicia de una sociedad particular trae consigo una problemática que trata el teórico del conocimiento, R. Chisholm; y que denomina como “el problema del criterio”. El Dr. Felipe Curcó, en su libro Ironía y democracia liberal, Rorty y el giro hermenéutico en la política, resume este problema de la siguiente forma:

"[…] un criterio es una idea abstracta que necesitamos para distinguir aquellos casos particulares que nos interesan de aquellos que no. Para saber si un criterio es un buen criterio debemos saber si tiene realmente éxito a la hora de cumplir su función. Pero esto es algo que solo podemos comprobar si ya de antemano sabemos aquello para lo cual requeríamos el criterio. Por otra parte, y contra las pretensiones normativas de los filósofos racionalistas, los teóricos que asumen el “giro hermenéutico” replicarán que así como hace falta un criterio o principio general para discernir entre casos particulares (i.e., un criterio político abstracto que nos permita elegir entre arreglos institucionales concretos), de igual forma, no es fácil ver cómo podríamos llegar al conocimiento de tales principios o criterios generales, sino es a través de un ejemplo particular que tomemos como punto de partida para servirnos de modelo."

Resumiendo lo dicho por Curcó, podemos decir que cualquier teoría política necesita definir su criterios de aproximación a la realidad a partir de ejemplos particulares que ya existen en la realidad. Por ejemplo, no podríamos crear un criterio para erradicar la pobreza sin un punto de partida que exista dentro de la misma realidad que queremos cambiar con esa política (por ejemplo, segmentar quiénes son pobres y quiénes no). Esta creación de un criterio que necesariamente necesita crearse de la misma realidad que intentará cambiar podría generar un círculo vicioso. Al respecto, Curcó continua esbozando el problema del criterio de la siguiente forma:

"[…]para saber qué criterio adoptar (y conforme a qué modelo) uno debe haber llegado ya a algunos resultados importantes con respecto a las cuestiones a las que desea llegar, es decir, haber obtenido ya algunas conclusiones preliminares que sirvan de punto de partida para orientarnos a la hora de elegir una metodología. Posteriormente, estas conclusiones preliminares han luego de defenderse usando el método de elección, de modo que siempre hay una especie de circularidad que es inherente a toda teoría. Sin embargo, — y tal como lo especifica la hermenéutica — no es ésta una circularidad de tipo vicioso, sino más bien la condición que define los horizontes y límites de nuestra comprensión”.

Es decir, el giro hermenéutico aceptaría que es no sólo posible, sino necesario, que al enfrentarnos a la realidad con un criterio o preconcepción sobre lo que es aquella realidad, estamos partiendo de algunas conclusiones preliminares que pondremos a prueba, para verificarlas y negarlas. Este círculo, este ir y venir entre el sujeto y el objeto, es lo que permite que podamos ir avanzando o impulsando el horizonte de lo que comprendemos.

Esta complejidad que expone Curcó puede ser analizada también a partir de lo dicho por Heidegger en Ser y Tiempo:

“[...]el hecho que permite cualquier tipo de comprensión se da solo a partir de una precomprensión anterior al encuentro con lo comprendido”.

Conclusiones

¿Podemos entonces comprender algo desde cero? ¿O siempre hay una precomprensión a partir de la cual es posible comprender?

Pensemos que los sentidos no son cinco, sino más de cinco. ¿Podemos entender lo que nos dicen esos otros sentidos sin una precomprensión sobre los mismos? ¿Cuál fue la precomprensión de los cinco que ya usamos diariamente?

Quizá es como los niños que antes de entender el tacto, tienen que exponerse a quemarse con la estufa o lastimarse sosteniendo un hielo, para que entonces puedan comprender el calor y el frío, así como comprender el sentido del tacto. ¿Recuerdas cómo comprendiste tu sentido del tacto?

Si resultara que los sentidos son más de cinco, ¿no sería necesario que para poder utilizarlos tuviéramos al menos una minúscula precomprensión sobre aquellos otros sentidos para poder entonces usarlos? Si no tenemos tal precomprensión, ¿podríamos saber que existen esos otros sentidos?

Si el pensamiento avanzado o alto fuera también un sentido (me refiero a la capacidad filosófica del pensamiento, a la posibilidad de pensar sobre el pensar), ¿pudiera ser que la percepción de los niveles más altos de pensamiento sólo existe en las personas que ya tuvieron alguna especie de encuentro con dicho pensamiento alto, lo cual les genera una precomprensión sobre la posibilidad de dicho pensamiento avanzado? ¿Pudiera ser similar nuestra percepción sobre la espiritualidad? ¿Sobre la poesía? ¿Sobre la música? ¿Sobre el pensamiento mágico que va mucho más allá de la causalidad científica?

No parece entonces posible que podamos encontrarnos con algo —lo que sea— y podamos saber qué es ese algo previo a dicho encuentro, pues los significados de aquello que encontramos cambian en el choque entre lo que se busca comprender y lo que se precomprendía antes. Pero sí parece posible que sea condición necesaria para comprender algo, el que tengamos alguna precompresión de dicho algo, aunque sea una precomprensión que se hubiera dado sólo por el choque con ese algo, incluso sin aún entenderlo (como el niño y la estufa caliente).

Ahora bien, para algunos conceptos como “victoria”, “meta” y hasta “justicia social”, quizá no pueden ser escritos en piedra, sino que nos aproximamos a ellos con ciertas nociones previas sobre lo que deben significar —obtenidas de experiencias pasadas y del contexto social—, pero es hasta encontrarnos en el siguiente evento o choque con esos conceptos, cuando logramos ver brevemente su significado del hoy, el cual nos permitirá volver a construir una preconcepción para el siguiente encuentro o choque futuro con los mismos conceptos.

Por esta razón es que no creo que existan trascendentales fuera de aquellos que nieguen su existencia (los múltiples “yo sólo sé que no sé nada”). Me parece correcta la visión de Hegel de que la realidad siempre está cambiando en una lucha interna; que eso que llamamos causalidad no es más que otro giro de la contingencia, producido por el choque de fuerzas positivas y negativas. Lo que es y lo que todavía no es, luchando por lo que será.

Tampoco creo que en la ética podamos decir que han existido principios morales ahistóricos —ajenos al tiempo y la historia—, sino más bien cada etapa de nuestra sociedad va construyendo los principios morales del momento actual y también cierta añoranza por los principios morales que quisiéramos tener en el mañana. Es en esa añoranza en donde creo que existe la política del futuro, cuando muchas personas nos damos cuenta que en el momento actual hay preconcepciones sociales que deben cambiar en toda la sociedad, por lo tanto lanzamos a la comunidad hacia un choque con la realidad para que puedan ver brevemente la “verdad social” y entonces puedan cambiar las preconcepciones que consideramos desactualizadas o erróneas.

Quizá entonces cualquier intento de definir criterios políticos para cambiar la realidad tendrá necesariamente que empezar por presuponer valoraciones morales implicadas en el punto de vista de la cultura actual. Atender a lo que hoy entendemos, a lo que hoy comprendemos, a lo que hoy significa justicia, igualdad, equidad; para a partir de esos choques con la realidad poder entonces construir al mismo tiempo, dentro de una circularidad constructiva, los esfuerzos políticos sociales que nos lleven a un mejor mañana, a eso que signifique “ganar”.

Ese mejor mañana no será el mismo que veía Platón, pero será el que la sociedad actual vea y merezca, tomando sólo lo bueno del pasado y quitando todo lo malo del ahora.

Corolario

La verdad es que por más cariño que le tengo a Platón y por más que me encanta descubrir en sus ideas nociones útiles para la realidad social del hoy, de ninguna manera creo que los conceptos que él tenía a la mano en aquellos días sean los mismos que tenemos a la mano el día de hoy. De entrada, es importante entender que lo que él comprendía por “democracia” no se parece en nada a lo que comprendemos hoy (son conceptos increíblemente opuestos).

Los puntos de partida de Platón y de la sociedad actual para la democracia no tienen ninguna coincidencia. Para él, la democracia no era más que la siguiente perversión de la oligarquía (que a su vez era la perversión de la timocracia). Platón defendía la aristocracia como el mejor modelo político, con un gobierno ilustrado (el oro), una burocracia prudente (la plata) y el resto de la sociedad libre para convertirse en mediocres (el bronce y el hierro). Sólo en ese modelo Platón veía la posibilidad de justicia.

Pero la historia ha mostrado numerosas veces que la aristocracia platónica se parece más solo la justicia del fuerte (la que Trasímaco le propone en la República y contra la que Sócrates se lanza en cada capítulo). Varios gobiernos ultra platónicos de la modernidad cometieron los actos más atroces que el mundo ha presenciado. El holocausto, Hiroshima, Vietnam, la pobreza extrema del ahora. Y claro que quienes defiendan a Platón podrían decir que todas esas tragedias —y graves fracasos del modelo político de la modernidad— se explican como la conversión de la aristocracia en timocracia u oligarquía, por lo tanto no serían una falla del modelo platónico sino su verificación. Pero en muchos de esos casos no fue la corrupción personal (enzima platónica de la corrupción de las ciudades) la que provocó los actos atroces, sino que tal corrupción personal se dio después de dichos actos.

Es por eso importante tener cuidado en advertir estos detalles y ser precisos sobre en qué momento ha tocado fondo nuestra sociedad. ¿Fue cuando parecíamos más una aristocracia platónica o cuando parecíamos más una timocracia/oligarquía? Yo creo que las peores fallas de nuestros gobiernos se han dado aristocráticamente, mucho antes de que los actores políticos olvidaran sus supuestos ideales y se dedicaran solamente a sus glorias personales. Dicho de otra forma, los idealismos han generado también muchos daños sin convertirse aún en gobiernos corruptos. La inherente contingencia del pensamiento implica que no exista un sólo ideal, sino múltiples, y cada uno puede hacer daños en la sociedad cuando se desconecta de la misma.

El concepto de democracia que tenemos hoy parte de premisas de gobernanza y rendición de cuentas, lo cual implica una conexión constante entre los ideales de las cúpulas y las necesidades sociales de los gobernados. Reitero, este es el punto de partida del concepto de democracia del hoy, que de ninguna manera es el punto de partida del concepto de democracia platónico (la decadencia de la aristocracia).

Ahora bien, de ninguna forma todo es culpa de Platón. Por ejemplo, tampoco tiene ninguna relación lo que Platón entendía por “belleza” con lo que entendemos hoy. Platón veía en la belleza un puente para llegar a la “justicia”; lo proporcional del kalon como base del criterio para llegar a lo bueno del agathos. La belleza en la antigüedad era un concepto amplísimo y de fondo moral. Hoy se ha banalizado a un criterio para decidir qué se ve “bonito”, ya sin comprender el fondo de las características intrínsecas de los objetos y de la realidad. Un regreso a la idea de belleza antigua (aquellas cosas que provocan al alma por ser bien proporcionadas en sí mismas y no sólo por verse bonitas) probablemente sería una manera eficiente de establecer criterios para la política proporcional y justa (la acción política buena en sí misma), criterios que nunca permitirían las graves desigualdades sociales que existen en el ahora.

Vaya, a mi manera de ver el mundo, haría falta invertir a Platón e invitar nuevamente a los poetas a la República (luchadores de la contingencia), así como aceptar que el modelo político platónico ha sido el mayor fracaso del pensamiento moderno, pero que de sus cenizas y con el giro hermenéutico a la mano, podremos plantear un mejor mañana para todas las personas.


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