La intrepidez compasiva y la justicia

En el mundo es normal encontrar imágenes del Buda como la que ilustra este texto, en donde se encuentra con la palma de la mano extendida hacia el frente, como si estuviera haciendo un saludo a la altura del pecho.

Ese gesto es parte de los mudras, que son gestos considerados sagrados dentro del budismo. Específicamente, es el mudra Abhaya y que, entre otras muchas cosas, simboliza la intrepidez compasiva.

Supongo que en nuestra actualidad una imagen “intrépida” no se asociaría con una mano levantada en forma pacífica, sino quizá con una escena de súper héroes a punto de darse de golpes con los malos del cuento. Algo así:

La intrepidez compasiva del budismo parte de una historia en donde también hubo un enfrentamiento, aunque el resultado es completamente distinto al que uno esperaría de una película de acción moderna.

Cuenta la historia que el buda histórico, el Buda Siddhartha Gautama, tenía un primo llamado Devadatta que estaba extremadamente celoso de él. Devadatta sentía que él mismo podía ser tan bueno o incluso mejor que el buda, así que siempre estaba imaginando formas de lastimarlo.

Un día, Devadatta hizo un plan para matar a Siddhartha Gautama. Sabía que pasaría por un pueblo en particular, así que Devadatta fue antes a dicho pueblo, llevando consigo a un elefante llamado Nalagiri, al que escondió tras una pared.

Devadatta le dio licor al animal para ponerlo borracho y cuando vio que ya se acercaba el buda, golpeó terriblemente al elefante, el cual asustado y adolorido salió corriendo hacia Siddhartha Gautama, en ruta para matarlo en la colisión.

El elefante Nalagiri corría hacia el buda, lleno de enojo y dolor. Los ojos desorbitados, las orejas levantadas, todo el cuerpo fuera de control. Era como si la misma tierra se preparara para chocar contra el iluminado y asesinarlo.

Sin embargo, Siddhartha Gautama se mantuvo en completa calma. Miró a Nalagiri y sintió un gran amor y compasión. Entendió que el elefante estaba asustado y herido, que sufría y que sus acciones no eran más que la consecuencia de ese sufrimiento.

Con toda esa compasión, el buda levantó la mano y la puso en posición de acariciar a Nalagiri, que ya estaba a sólo unos metros de colisionar y provocarle la muerte a Gautama. El mamífero, al sentir el amor y la compasión del buda, se detuvo a un par de pasos de la tragedia y se calmó, bajando la cabeza para que pudiera ser acariciada por Siddhartha, quien lo tranquilizó con cariñosas palabras.

Ahora que sabes esta historia, cuando veas imágenes del buda haciendo el mudra Abhaya, podrás pensar que el gran buda histórico, Siddhartha Gautama, sigue proponiéndonos que seamos intrépidos, oponiendo siempre el cariño ante los seres que sufren, sin importar si en el enojo y angustia de la existencia a veces parece que nos quieren o pueden hacer daño.

La intrepidez compasiva sucede cada que nos damos cuenta que las demás personas viven el mismo sufrimiento que nosotros y, por lo tanto, sentimos cariño hacia ellas. Es intrépida, porque implica entender que quizá el elefante no va a detenerse, que podría dañarnos. Me refiero a que la compasión sucede de forma intrépida cuando nos enfrentamos al odio y al enojo del otro, sin oponer resistencia, sino soltando y oponiendo cariño de vuelta.

Personalmente, no estoy seguro si siempre podemos o debemos ser compasivos intrépidamente. También es cierto que las nubes pueden hacerle daño al bosque con rayos que provoquen incendios y tragedias, no por falta de compasión sino porque era el momento de llover. Me refiero a que quizá no todo en la vida se debe enfrentar sin luchar en contra.

En mi primer viaje a Krabi, el buda del templo Wat Kaew Korawaram me mostró visiones de cómo el cariño es mejor criterio que la justicia, lo cual expresó mejor que yo Mario Benedetti en uno de sus haikús:

Cuando leo ese haikú, recuerdo al elefante Nalagiri y cómo quizá lo justo hubiera sido reprenderlo por casi matar al buda (o al menos, salir corriendo ante su embestida), pero lo compasivo fue intrépidamente quererlo y con ese cariño, sanarlo. ¿Será la intrepidez compasiva siempre contraria a la justicia?

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