Reorganizar la cabeza

Este lunes por fin terminé de pagar la tanda más apremiante de deudas creadas en 2021, provocadas principalmente por la pandemia y porque por salir a campaña desatendí el despacho y demás empresas de mi familia.

Las cantidades adeudadas eran y son estúpidamente altas. Con decir que ya van más dos millones de pesos de deudas pagadas y aún falta un buen cacho de pasivo. Pero lo más urgente por fin se terminó de cubrir en estos días y mientras no bajemos el ritmo, deberíamos salir de deudas hacia finales de este año o principios del siguiente.

A nadie le deseo pasar por lo que pasamos en mi familia. Ninguna campaña o causa social vale la desesperación por la que los hice pasar. Si algo me llevo de aprendizaje es que las decisiones que tomamos deben ser prudentes no sólo por nosotros, sino por los demás que nos rodean.

El insomnio de la angustia por pagar deudas estos días ha sido sustituido por el insomnio del no saber qué sigue en esta historia. De repente ya no es necesario pensar en el despacho desde la madrugada hasta la noche. De repente, mis demás pasiones como el periodismo, la música y el estudio comienzan a demandar sus tiempos robados.

No se diga el cuerpo, tan distinto al del 2019. Veía fotos con mi llave de ese año y yo era fácilmente la mitad de la panza que soy hoy. Tres años apenas y ese Raúl se ve una década y media más joven.

Y sin embargo, algo en mi cabeza debe reorganizarse completamente. Quizá borrar mis redes sociales unos días (o para siempre). Quizá revalorar un poco el pasado y con eso me refiero a darle su lugar justo, ni más ni menos. Definitivamente terminar de alejarme de algunas personas que en estos años en lugar de sumar, restaron.

Salir de estas deudas ha sido la experiencia más solitaria que he vivido. No porque haya batallado solo, pues tuve la fortuna de tener a un costado a mi madre, a mi hermana Itzel, a grandes amigos para darme ánimos y a las increíbles licenciadas que tenemos contratadas en el despacho.

Pero aún así ha sido solitario, pues nadie jamás entenderá o sabrá cuánto fue lo que se pagó en total. El sacrificio ha sido mucho más que económico. La vida personal fue completamente mancillada. El proyecto que tenía de hacer familia a finales de mis 30 claramente será pospuesto o eliminado. Jamás había enfrentado tanta soledad.

Me digo a mí mismo que la redención vendrá en mis cuarentas. Que la de mi papá también sucedió en esa década y que no tiene nada de malo. Que si tomo ahora decisiones sobre mi propia salud, podré disfrutar mi familia como si la hubiera logrado antes.

Tantas cosas me voy contando…

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