A veces quisiera ser como tú. Mirar la vida seguro de que existe sentido allá afuera y aventurarme a construirlo.
Ya no te terminé de contar que justamente esas lecciones tuyas, fueron las que me dieron ánimos en los días más oscuros.
Con fiebre y sin papilas gustativas, fantaseaba con la posibilidad de ser libres de la providencia.
Libres para construir, para dejar de ser una piedra que vuela; dándose cuenta que la patearon, pero sin poder cambiar su destino.
Si la vida nos arroja a las rocas y apenas hay tiempo para admirar las marcas que dejamos en ellas, la evidencia del choque.
Y cada día hacemos más pinturas de nuestras caídas. Y escuchamos a la providencia reír. Y sentimos su cariño, pero sin entenderlo.
Tú en cambio la escuchas vitoreando. Lanzándote júbilos y lealtades, considerándote suya mientras construyes la vida que deseas.
Por eso no entiendo cuando de ella te quejas, si a la excelente con las excelentes la has convertido en tu amiga.
Y también por eso me río, pues quién diría que volando se pueden tener quejas.
Aquí abajo, en la vida pedestre, la esperanza y mirarte se mezclan.