Para ti

Me gustaría comer ramen contigo y platicarte que vi un video en donde al ramen lo usan para arreglar huecos y roturas.

Como esas noches en que hice los ravioles más perfectos y opté por no comerlos, para mantener la dieta intacta; no sea que te gusten los hombres flacos, como a tantas.  

Hoy nadie vino a comerse esos ravioles y ayer comí ramen solo, mientras nadie me pensaba. Qué rico es el ramen, incluso en soledad.

El trabajo va bien, la lista de pendientes hoy terminó más pequeña que ayer, lo cual es raro. Quizá sólo faltó tu improvisada llegada.

Como hace años en que un empleador, para el que yo trabajaba, me tenía esperándolo en su oficina. Su novia había llegado, con mirada misteriosa. Él salió a besarla y así estuvieron un rato.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Alguien sensato habría pensado que cosas así me pasarían en todo este tiempo, pero pues no has llegado y quién más querría robarme así mi tiempo y el de mis empleados.

La verdad es que te imagino en todos lados. En la pista del parque, en el puente de la glorieta del metro, en el viaje matutino en carretera, en la parada express en la barbacoa, en el atardecer del rancho.

Como el otro día en que le platicaba a mi potro, Garabato, que algún día vendrás y nos iremos todos al monte. Él no quería escuchar al respecto, sólo olfateaba mis manos en busca de azúcar o manzanas.

Es que no te ha conocido, ni todos los detalles que tendrás con él y que lo harán olvidarme. Quizá incluso a ti sí te deje acariciarle la cabeza.

Esta soledad es más sencilla escribiéndote y los días son menos complicados cuando están dedicados. Construidos como el monumento que son, para mí y para todos, pero más que nada para ti.

 

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